viernes, 3 de octubre de 2008

Ellas siempre estuvieron ahí, en medio de la revuelta del 68

* Alcira, Amada, Úrsula, Lote, Elena, Gabriela, Virginia, Paz…

Guadalupe Gómez Q.
México DF, 2 oct 08 (CIMAC)

Maravillosa, hermosa, qué bella y pura, qué noble, terrenal, amada, entrañable. ¡Y te dejamos tan sola! ¡Qué bella, qué prodigiosa, qué nube, qué agua, qué aire, qué luz eres! Así describió el escritor José Revueltas a Alcira Sanst Scaffo, activista en el movimiento estudiantil y social de 1968, quien fue hallada el lunes 30 de septiembre de ese año en los baños del octavo piso de Humanidades, en Ciudad Universitaria, donde permaneció 12 días escondida y a punto de morir de hambre.
Ella estaba el día 18 en ese edificio, cuando entró el Ejército a la Universidad, narra Revueltas en “México 68: Juventud y Revolución”. La tropa fue recibida por la voz del poeta español León Felipe que recitaba con toda la potencia de “Radio Humanidades”, como se bautizó al micrófono con el que se transmitía música sinfónica y mensajes revolucionarios, desde el octavo piso. Era Alcira que, de este modo, recibía a los invasores, dice Revueltas.
Al entrar el Ejército, cada quien se salvó como pudo y muchos más cayeron presos. “Todos pensábamos que Alcira habría sido presa y, ante el silencio de los periódicos, algunos supimos que estaría en libertad, pero perdido el contacto”.
Fue el poeta Rubén Bonifaz Nuño quien la descubrió en los baños y enseguida fue hospitalizada. Fue el mismo día en que las madres de las y los estudiantes presos hicieron una manifestación para exigir la liberación y acudieron hasta la Cámara de Diputados con esa demanda.
Revueltas conoció a Alcira meses atrás, en un café. Estaba en una mesa y, mientras escribía sobre una pequeña hoja de papel, recuerda Revueltas, lloraba en silencio. Terminó de escribir, fue a su mesa para entregárselo: era un poema. Y no cesaba de llorar.
“Todo se le había aglomerado en el alma: la guerra de Vietnam, la persecución de los negros, el vacío y el dolor de la vida”. El poeta la encontró después en la Facultad de Filosofía, desde el inicio del Movimiento. Era otra mujer, dice José, su espíritu se había hecho nuevo y combatiente. Imprimía sus poemas en el mimeógrafo del Comité, por las madrugadas.

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